viernes, 6 de noviembre de 2009

“Incitación a la guerra de clases”


Ingrid Tortolero

Profesora Titular de la ULA

Secretaria Académico de APULA - ingridtortolero@hotmail.com

Este artículo publicado por el New York Pravda Times, muestra una versión ligeramente velada de la doctrina de la lucha de clases, el artículo cita al editor de "un boletín político independiente" y dice: "Actualmente hay dos tipos de economías", decía Mr. Cook, el analista político. "Una candente, funcionando a gran velocidad. Es la de la gente que se ha beneficiado de la globalización, la tecnología, la mayor productividad y los mayores beneficios empresariales". "Y luego están los sufridos trabajadores", continuaba, "que simplemente no sienten que estén mejorando, a pesar de que trabajan muy duro. Y hay mucha más gente en este grupo que en el otro".

Este artículo me obliga a reflexionar sobre la situación que vivimos actualmente en nuestro país, derivadas de un discurso que promueve la división entre los venezolanos. Es verdad que no podemos obviar ni comportarnos como autistas frente a una realidad social que es evidente y que nos mueve como seres humanos. Sin embargo, desde hace un tiempo, nuestros pensamientos y acciones nos llevan continuamente a confrontaciones innecesarias y estériles. Nuestro país, Venezuela, está inmerso en un clima de amor y odio, de resentimientos, de quítate tú-que voy yo, situación que ha generado violencia, inseguridad, mucha desigualdad, depresión, enfermedades y, lo peor aún, es que no encontramos la salida, la solución. Pareciera que esa bola de nieve que se llama frustración, desesperanza, desconsuelo, se ha internalizado en los corazones de algunos de los ciudadanos de este país. Sin embargo, están los otros ciudadanos que creen que se les está haciendo justicia y se les están atendiendo sus necesidades básicas. Los unos y los otros son ciudadanos venezolanos, que tienen el mismo derecho de opinar y de ser escuchados. Además, todos tienen derecho a ser atendidos por nuestros gobernantes y a convivir dentro de un marco legal de lo que se ha llamado “Justicia Social”.

La Justicia Social, es un término utilizado por algunos filósofos, para referirse a las condiciones necesarias para que se desarrolle una sociedad relativamente igualitaria en términos económicos.

El año pasado fue el centenario del nacimiento de Friederich Hayek, entre cuyas muchas contribuciones al siglo XX estuvo una enérgica y sostenida crítica a la mayoría de los usos del término "justicia social". La mayoría de los que usan el término, sin embargo, no lo adscriben a individuos sino a sistemas sociales. Utilizan "justicia social" para designar un principio regulador de orden. No están centrados en la virtud sino en el poder. La "justicia social" presupone:

(1) que la gente esté guiada por directrices externas específicas en vez de por reglas de conducta interiorizadas sobre lo que es justo.

Y (2), que ningún individuo debe ser considerado responsable por su posición en la sociedad. Afirmar que es responsable sería "echarle la culpa a la víctima". En realidad, la función del concepto de justicia social es echarle la culpa a otro, echarle la culpa "al sistema", echarle la culpa a los que (míticamente) "lo controlan". Como ha escrito Leskek Kolakowski en su magistral historia del comunismo, el paradigma fundamental de la ideología comunista: usted sufre, su sufrimiento es causado por personas poderosas; hay que destruir a esos opresores y esto tiene garantizado un gran atractivo.

Construir la justicia social en un país, debe hacerse desde sus cimientos, esto nos ayudaría a abandonar esas imágenes tercermundistas de ajusticiamientos callejeros y violadores linchados, por una sencilla razón: El agotamiento de la paciencia de un pueblo que no tiene controles ni válvulas de escape.

En América Latina predomina el idiota ilustrado, el salvaje mono desnudo. El que hago lo que me da la gana porque soy hijo de, o tengo dinero, la impunidad se encuna desde temprana edad. La creencia de que un apellido, un puesto en el gobierno local o nacional o en una importante empresa privada o, en cualquier puesto de dirección, confiere el salvoconducto de la arbitrariedad.

Esta parte del mundo, está convulsionado, continuamente sometido a presión y necesita de sistemas confiables que le sirvan en su vida cotidiana para que deposite confianza en la democracia. Crea en ella y apueste por ella, de otra forma está en riesgo permanente de revoluciones y dictadores, de masacres sangrientas, de marchas y contra marchas. Y crea además, la brecha cada vez mayor entre las clases sociales de un país.

Nuestro país tiene historias de guerras y guerrillas, de héroes y heroínas, de caudillos, de hombres intelectuales, de políticos serios, de científicos notables, de humanistas ilustres, en fin de hombres y mujeres luchadores que han recorrido las páginas de nuestra historia democrática. Estamos en el siglo XXI y hemos dejado atrás la Era Moderna para entrar en el Post-Modernismo. Nuestro deber como ciudadanos del Mundo es luchar por un espacio mejor, no utópico, sino real y potable desde el punto de vista del SER HUMANO. Y no desgastarnos en diatribas inútiles.

Sin embargo, hay que considerar de que en Venezuela a pesar de su gran riqueza minera y de su “gran negocio petrolero”, no ha habido una distribución de la riqueza en concordancia con lo que se puede llamar “Justicia Social”. En este sentido, Rigoberto Lanz, en unos de sus artículos (Nacional, 16/12/07), dice: “Lo primero que debe ser existe ni ha existido nunca, es decir en Venezuela nunca ha habido una situación desmantelado es el síndrome hipócrita de “la gran familia venezolana”. “Tal figura no sociopolítica en la que la comunidad de sus habitantes estén unidos por lazos solidarios, donde las relaciones sociales se funden en la cooperación, donde los modelos decisionales se fundamenten en la participación protagónica de la gente….lo que hemos tenido históricamente es una sociedad brutalmente escindida entre la opulencia y la miseria, entre las élites dominantes y el pueblo depauperado, entre las clases acomodadas y las masas hambrientas”. Esto nos obliga a reflexionar sobre lo que hemos llamado la reconciliación entre los ciudadanos venezolanos, ¿Será posible?

Será posible, si buscamos espacios de diálogo político, puentes y negociaciones para que los conflictos no terminen en una violencia ciega. “No hay país posible sin el cultivo paciente y cuidadoso de estos espacios de concertación”. “Debemos caminar en la dirección de la convivencia democrática derrotando la miseria y la exclusión”.

Debemos luchar por un país donde no se fomente la guerra de clases, por el contrario, se extiendan las bases para vivir como ciudadanos libres y demócratas fundamentados en principios de convivencia como la honestidad, la lealtad, la amistad, el trabajo, la SOLIDARIDAD y el respeto.

Vale la pena entonces repetir las palabras del Exsecretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan, brindadas en la conferencia de la UNCTAD en Bangkok el 12 de febrero del 2000, justo después de las demostraciones contra la OMC:

“Los principales perdedores en el muy desigual mundo de hoy en día no son aquellos que están muy expuestos a la globalización. Son aquellos que han quedado excluidos”.